Querido amigo que lees esto, adelanto que este post es largo (más de 1.300 palabras) y un pelín filosófico, pero también creo que es muy necesario y me apetecía escribirlo, que para eso monté este espacio!
Cuando yo empecé en esto de internet de manera profesional (es decir, me pagaban por mi trabajo) corría el año 98 y saber hacer una web era algo al alcance de muy pocas personas. El valor de una web estaba en que te la hicieran, porque no era facil encontrar personas o empresas que se dedicaran a ello. Tranquilos, que aunque no lo parezca, este post no va de batallitas del abuelo cebolleta.
En aquel contexto, a finales de los 90, el gran valor de un sitio web era que te lo hicieran, que pudieras acceder a uno, tener una web.
El que una empresa consiguiera un sitio web era algo relativamente complicado, sobre todo dependiendo de lo que quisiera, pero vamos, que el saber hacer una web era algo que tenía un valor bastante grande. Yo, en concreto, comencé con aquel programa llamado Front Page 98, de Microsoft, y del que llegué a comprarme un libro de esos de “Dummies” que aún conservo (y que en algunas cosas sigue siendo util y todo).
Con el paso de los años la situación fue cambiando poco a poco… prácticamente cualquier empresa de publicidad, artes gráficas o hosting, por poner solo 3 ejemplos, ofrecía (y ofrece) el desarrollo de sitios web. Y luego llegaron las grandes ofertas masificadoras como las que podemos ver hoy día en la tele, que ofrecen tener una web 100% profesional por unos pocos euros al mes. Y a esto hay que añadir la expansión de CMSs que permiten que hacer una web sea cuestión de unas pocas horas… con todo ello, el hecho de saber hacer una web, como conocimiento técnico, fue perdiendo su valor, hasta caer en el cero absoluto. Hoy en día el hecho de “saber hacer” una web, entendido como entregarte una web como producto, carece de valor.