El diseño web fue el primer campo profesional en el que comencé a trabajar en internet, allá por finales de los 90, a raiz de mi afición al retoque digital, al dibujo, a los comics, a la cartelería, etc, creando lo que hoy me parecen espantosos sitios web con aquel artilugio llamado Front Page 98 entre otras herramientas de la época, como Xara 3D o una cosa novedosísima llamada Flash 3.
Fue como mi primer amor profesional, algo que realmente me gustaba (y me gusta) y disfrutaba (y disfruto). Aprendí (y prendo) todo lo que pude sobre diseño, en su sentido más puro, y sobre la web, además de sobre las herramientas, las interfaces, etc. Aprendí que, sobre todo, un diseñador, para considerarse tal, debe pensar no solo en la estética, sino en la funcionalidad y utilidad de la misma y en el usuario que va a utilizar ese diseño, en que éste debe ser capaz de conseguir su propósito, que es el objeto último del diseño en sí.
Esto me lleva a poner en duda el trabajo de muchos autoproclamados diseñadores web que, en realidad, no lo son, sino que son operarios de Photoshop (en el mejor de los casos también de Dreamweaver)
Aqui podemos ver a un diseñador web en combate contra un operario de photoshop
El diseño implica comprensión de lo que se pretende conseguir y definir la forma y el camino para que ello sea posible. En el caso de la web, vincular el objetivo al proceso a través de navegación e interfaz que permite conseguir dicho objetivo. Y el diseño incluye una parte visual, gráfica, que es, en ocasiones, la que soporta el grueso de las críticas y opiniones, precisamente por ser la parte más visible, pero, como en el caso de un iceberg, representa solo una parte (pequeña) del trabajo.
