Empieza a ser demasiado habitual encontrarse con referencias continuas a la conversión web (y al término CRO – Conversion Rate Optimization) que la delimitan a un simple juego de colores, formas y textos de CTA… la blogocosa y twitterlandia y similares están cada vez más saturados de ejemplos tipo “con un botón naranja he conseguido un 83% más de conversión” o “si incluyo la palabra GRATIS en mi CTA este aumenta un 37,5%”. Yo mismo he puesto ejemplos así en muchas ocasiones como muestra del resultado final que se obtiene de un proceso, pero las cosas no son tan sencillas.
No podemos reducir la conversión a un conjunto de burdas técnicas mecánicas orientadas únicamente a persuadir al usuario en base a colores, formas y textos… es algo más, señores. La conversión no va de fabricar en serie, va de ser artesano y de cuidar el detalle.

El gran Elvis entendái el valor del detalle, de la reinvención y de ofrecer lo mejor al público… un artista de la conversión!!!
La conversión, entendida de manera mecánica, es el proceso por el cual un usuario ejecuta una acción objetivada en el sitio web. Hasta aquí todos estamos de acuerdo, ¿o no? Por tanto, entendemos como mejora de la conversión (o CRO) cualquier técnica orientada a conseguir que un usuario ejecute esas acciones en mayor medida que en el estado anterior. Es decir, si con el diseño A mis usuarios generaban un CTR del 3,8% en el botón de compra y con el diseño B mis usuarios generan un CTR del 7,1%, soy un crack porque decido cambiar mi diseño de A a B. Pues sí pero no. Aquí es donde empieza el follón de verdad.